En casi el 95 por ciento de los casos, los lunares (también llamados nevus melanocíticos) son lesiones cutáneas benignas, lo que quiere decir, que son completamente seguras, asintomáticas y que no generan riesgo de malignizarse. No obstante,
en otros casos, los lunares pueden hacerse malignos y producir problemas más graves y delicados.
Evaluar si un lunar se ha malignizado o no, es trabajo del médico dermatólogo. El cual examinará minuciosamente la lesión, revisará la historia clínica del paciente y obtendrá una pequeña muestra de tejido para llevarlo a un laboratorio para un análisis de biopsia. Si el resultado da positivo, se procede con un plan de tratamiento adecuado a las necesidades del individuo.
Ahora bien,
un lunar benigno puede hacerse maligno y modificar algunas de sus características como:
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El tamaño (se hacen más grandes).
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El color (cambian a colores más oscuros o se degradan rápidamente).
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La textura (algunos crecen tanto que se hacen palpables).
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El contorno (algunos tienden a hacerse de contornos irregulares y crecer sin un patrón aparente).
En otros casos, los lunares pueden producir comezón, doler, supurar pus o sangrar. Esto es un claro indicio de un proceso neoplásico.