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Si la enfermedad no se trata adecuadamente y, la proliferación de hongos persiste y aumenta con el paso de los días, la candidiasis puede cronificarse, dando como resultado, una excesiva propagación del hongo a zonas tan distales como las palmas de las manos o los pliegues ungueales de los pies (candidiasis mucocutánea).
Esta transformación del cuadro clínico inicial ocurre en personas con sistemas inmunológicos extremadamente débiles, como los pacientes con vih, diabetes no controlada o los que reciben tratamientos inmunosupresores (quimioterapia contra el cáncer, esteroides, fármacos anti rechazo de órganos trasplantados, etc.).
Una candidiasis invasora es en la que la infección inicial (en genitales externos, por ejemplo) se propaga a sitios tan diversos como los riñones, el cerebro, los ojos o las delicadas válvulas cardiacas. Ocurre en personas con sistemas inmunológicos bastante debilitados o en pacientes hospitalizados.
Ahora bien, una candidemia es un estado septicémico grave en el que el hongo llega al torrente sanguíneo y puede depositarse en casi cualquier tejido u órgano del organismo. Suele producirse tras procedimientos médicos como la implantación de catéteres venosos inguinales.
Una candidemia siempre precede a una candidiasis invasora.